Estamos conectados evolutivamente para dar mayor peso a las experiencias negativas en lugar de a las positivas. Los neuropsicólogos llaman a esto el sesgo de negatividad del cerebro y nuestros antepasados tienen la culpa de esta naturaleza negativa; este es el por qué.
Desde un punto de vista evolutivo, fue una forma de que nuestros antepasados estuvieran constantemente alerta ante las amenazas. Esto es lo que les ayudó a sobrevivir. Se han realizado muchas investigaciones al respecto. Un ejemplo es el neuropsicólogo Rick Hanson, PhD, Universidad de California, Berkeley. Rick explica cómo nuestra amígdala usa aproximadamente dos tercios de sus neuronas para detectar negatividad y luego la almacena rápidamente en la memoria a largo plazo. Imagínese esto: dos tercios de su regulador de emoción y motivación está diseñado para enfocarse principalmente en lo negativo.
Sin embargo, en el mundo actual, toda esta negatividad aumenta nuestros niveles de estrés, afecta nuestra felicidad y calidad de vida y hace que sea más difícil ser pacientes y generosos con los demás.
Romper este ciclo es una cuestión de entrenar nuestro cerebro para la positividad, a fin de estar más activamente en sintonía con las emociones positivas como la alegría, el interés, el orgullo y el amor. La ciencia afirma que para que una experiencia positiva entre en nuestra memoria a largo plazo, debemos mantenerla en nuestro campo de atención durante al menos 10-20 segundos, si no, desaparece.
Esto ayuda a sensibilizar la amígdala para que se concentre más en lo bueno. Cuanto más seamos conscientes de ello y más estimulante emocionalmente sea, más fuerte será el rastro en la memoria.
La fuente original desde el Centro Universitario Internacional de Marbella se puede encontrar aquí.