Cada vez más personas utilizamos los aceites esenciales como oportunidad para mejorar nuestra relación con lo femenino.
La intención es revivir y reinventar sus usos, simbólicos y sagrados, para realzar y dar peso a los muchos significados y propiedades enigmáticas que sus aromas ofrecen, incluyendo su poder, su sutileza y su conexión con las emociones y la memoria.
Los aceites esenciales son una inversión controlada y consciente en el desarrollo de nuevos aspectos internos en los que aprovechamos la capacidad de nuestro olfato para funcionar de forma independiente al control racional, lo que nos permite utilizarlo de forma fácil e inocua como instrumento de crecimiento personal.
El solo acto de abrir una botella produce, a los modernos y habituales rastreadores de esencias, una suficiente e intensa evocación que activa una enorme red de sensaciones que incluyen colores, texturas y asociaciones, y que puede encontrar el perfecto apoyo en el resto de los sentidos:
Encender una vela, mezclar aceites en pequeñas botellas oscuras a media luz, con música suave de fondo y con el aceite en tus manos aplicándote un ligero y suave masaje, intensifica la experiencia sensorial y le aporta más profundidad, dando mayor dimensión a una rutina cuyo corazón sensorial son los aceites y sus aromas.
Para quienes utilizamos aceites esenciales diariamente, la espiritualidad implica el desarrollo de la conciencia del cuerpo a través del olfato y del placer y lo sagrado que hay en ello, en lugar de insistir en su restricción y en la negación de la información sensorial que nos ofrece y que lo engrandecen.