En 1991 [1] se vincularon los receptores olfativos con una proteína muy especial, lo que nos hizo comprender que las moléculas que respiramos son percibidas como parte de un grupo mayor de mecanismos de señalización que funciona en nuestro cuerpo.
Este mecanismo permite a la información que contiene el olor de un aceite esencial traspasar lo meramente químico, como moléculas que vuelan en el aire, hacia señales que afectan directamente a las células, provocando una reacción en el interior de las mismas.
En este proceso de estimulación están involucrados una gran cantidad de procesos fisiológicos importantes que definen el cómo se procesa la información detectada dentro del cerebro y sabemos que se crean patrones propios e independientes, que poco tienen que ver con lo que creemos que olemos porque despierta y activa zonas inesperadas cada vez.
Esta independencia garantiza que la información que puedes obtener al oler es, simplemente, una manera segura de ir más allá de lo que esperas encontrar, de tus expectativas aprendidas.
Esa transformación de la molécula (física, real y tridimensional) en información que reconozca el cerebro y sus células se produce debido a nuestra información genética: estamos codificados para ello. Mantener la calma y la relajación puede ayudar en el proceso, cosa que veremos en los siguientes dos artículos:
Pimienta negra, el romero y la infusión Slique como nootrópicos, que se publicará el 8 de abril de 2021, y
Manzanilla, Lavanda y geranio: más allá de lo normal que se publicará el 14 de abril de 2021.
Puedes descargarte el estudio aquí: What_is_so_special_about_smell_Olfaction as a model system in neurobiology.