El olor como medio de comunicación y canal de expresión personal, tiene un potencial ilimitado de crecimiento porque es capaz de evocar recuerdos mucho más profundamente que la visión o el sonido, y la falta de su desarrollo implica, entre otras cosas, oscurecer nuestros recuerdos.
Como posibilidad para asumir y aprovechar esta realidad lo que podemos hacer es redimensionar nuestro concepto del olor y del olfato, para verlos como como un mecanismo de exploración consciente de nuestra vida.
Además, se trataría de hacer ese cambio a través de un culto a lo natural, porque no se trata de maltratar la nariz, sino de reeducar el sistema.
El trabajo con el olor en Nidore Essentia
Partiendo de la simbología básica en la que un olor puede llevarte hacia afuera –es fresco–, o puede facilitar la interiorización –es cálido–, podríamos empezar a pensar en temas de experimentación personal o de grupo; estos temas serían, incluso, “nichos de trabajo”, como unidades didácticas a través de las cuales desarrollar nuestra conciencia olfativa.
Nuestro trabajo con los olores se basa en el trabajo de Howes, Synnot y Classen, en el que proponen una lista bien definida y clara para empezar a comprender los olores y que es, a la vez, una forma empírica de clasificación:
Olores naturales. El olor corporal es un buen ejemplo de este nicho, pero podríamos ampliarlo a una más amplia gama de registros y fragancias como la de diferentes ambientes naturales, como la orilla del mar, la selva o el olor de la tierra después de la lluvia o a elementos más específicos como el olor de las hierbas, de las maderas, de las especias, de las flores, de las resinas o de los bálsamos.
Olores manufacturados. Entramos en el espacio de los olores sintéticos, como los perfumes, que ya tienen un camino de trabajo ya hecho, o como los manufacturados naturales como el vino, los quesos, las mieles y los jabones.
Olores connotados. Un tema extraordinario que es materia académica de la antropología y de la sociología y que nos permite explorar las creencias en otras culturas con respecto al olor y cómo lo han incluido en su habla, en su forma de estructurarse como sociedades y en su visión del mundo. Es de este nicho que podemos entender que el olor tiene funciones clasificatorias (sirve para ordenar y distinguir), y funciones dinámicas (sirve para ritualizar, regularizar y normalizar nuestra realidad).
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Podemos hablar de una clasificación más empírica en términos de olores naturales, olores manufacturados y de olores connotados que, aunque intangibles, son muy reales y medibles.
A esta clasificación empírica le añadimos la simbólica de la que ya hemos hablado.
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