Estamos acostumbrados a vivir sin darnos el permiso de entrar en nuestro espacio interior la mayoría del tiempo. Siempre hay mil cosas que hacer fuera y para los demás.
Siempre hay algo prioritario que nos impide dedicarnos ese tiempo tan importante para conectar con nuestras propias emociones y sentimientos.
Y si en algún momento lo conseguimos, no dura mucho. Porque conectar con nuestro ser interior no está en nuestra cultura a no ser que sea en un lugar de culto, en una clase de yoga, o en cualquier otro sitio destinado solo y exclusivamente para ello.
No me refiero a pasar un rato paseando por nuestro jardín interior y ver pasar la vida en un proceso meditativo. Hablo de sintonizar con ese estado de mirar hacia lo que somos, transformar nuestra vida, conectar con nuestra esencia, escucharnos sinceramente y darnos el lugar que nos corresponde, del que nosotros mismos hemos salido.
Con la ayuda del incienso, llegaremos sutilmente a ese espacio. Conectaremos con nuestra esencia y cada vez nos será más fácil pasar tiempo conociéndonos de verdad.
Hablo de vivir, de unir, de sentir dentro y fuera sin perder la esencia de lo que ya somos, impregnando todo lo que nos rodea con nuestra esencia positiva. Hablo de hacer que este estado sea nuestro día a día con la ayuda del maestro incienso.